El realismo y el naturalismo
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El realismo y el naturalismo
Contexto histórico, cultural y social
La España de la segunda mitad del siglo XIX vive graves problemas sociales y fuertes tensiones políticas. El país se desgasta en conflictos internos. En 1874 se inicia el periodo histórico llamado la Restauración.
El golpe de estado del general Martínez Campos cierra la etapa progresista del Sexenio Democrático (1868-1873) y de la Primera República (1873-74), caracterizadas por la inestabilidad política y social, y da paso a una etapa conservadora tras la proclamación de Alfonso XII como rey de España. Antonio Canovas del Castillo se convierte en jefe del Gobierno y crea el llamado sistema político de la Restauración.
Este sistema se caracterizaba por el “turnismo”, que permitía, con el apoyo de los dos principales partidos monárquicos (el conservador y el liberal), que el partido en el poder fuera reemplazado por el que está en la oposición. Este sistema, que durara hasta 1931, se basaba en el fraude electoral y en la presión que hacían los caciques ( el hombre más rico y poderoso de una zona o localidad) sobre el electorado de las zonas que dominaban para que votaran a los candidatos del gobierno. El proletariado y las clases populares quedaban al margen de este sistema, que resultó ineficaz.
En lo social, la burguesía, aunque un poco más tardíamente que en el resto de Europa, se consolida como clase dominante y deriva hacia posiciones conservadoras y se divide entre conservadores y progresistas. Su apego a la realidad y su espíritu práctico marcan el ambiente.
A su izquierda aparecen demócratas y republicanos, así como movimientos revolucionarios obreros (socialistas y anarquistas), especialmente en las zonas industriales del Norte y de Cataluña, que lucharan por mejorar las condiciones de vida de las masas obreras. Todavía conservan, sin embargo, mucha fuerza los sectores más tradicionalistas (nobleza y clero). La población española sufre un estancamiento debido a la crisis económica, los conflictos sociales y políticos, la guerra de Cuba y las emigraciones a Hispanoamérica.
En lo filosófico aparece el positivismo, el marxismo y el kausismo. El positivismo se opone al idealismo romántico y sólo admite como verdadero aquello que se pueda observar o experimentar. Este sistema filosófico da lugar al nacimiento de la sociología y la psicología .
El marxismo entiende la historia como una lucha de clases cuyo objetivo es transformar la realidad. El krausismo entiende que el ser humano es una combinación de materia y espíritu y que la vida plena es una relación armónica entre ambas. En España esta corriente es acogida por un amplio sector de intelectuales, que crean la Institución Libre de Enseñanza, un centro docente que practica una pedagogía progresista y liberal y que contribuye a una profunda renovación en la vida intelectual española.
En el terreno cultural, también se produce un enfrentamiento entre tradicionalismo y progresismo, reflejo de “dos Españas” social y políticamente muy diferentes, división que aparece en la literatura. La población española sigue sufriendo un grave retraso cultural.
En el terreno científico se desarrollan el método experimental (Bernard), el estudio de la herencia biológica (Mendel) y las teorías sobre la evolución de las especies (Darwin).
El realismo
El desarrollo de la sociedad burguesa junto con la revolución industrial y comercial del siglo XIX trajeron consigo un acentuado interés por los valores materiales. A mediados de siglo, en Francia, se llamo realistas a ciertos artistas que se proponían reflejar la sociedad del momento en contraposición con las fantasías y sueños románticos. Desde entonces se suele presentar al realismo como la antítesis del Romanticismo. Ello no es del todo exacto.
En ciertos escritores románticos, junto a los rasgos propios de su movimiento, ya se hallaban admirables cuadros realistas (así, en novelas como Los miserables de Víctor Hugo o en los típicos cuadros costumbristas). La novela costumbrista romántica se presenta como una antecesora de la novela realista y escritores realistas y románticos compartieron algunas técnicas comunes. Lo más exacto sería decir del Romanticismo se pasa al Realismo mediante un doble proceso: A) eliminación de ciertos elementos como lo fantástico, los excesos sentimentales, etc.; B) desarrollo de otros elementos como el interés por la naturaleza, por lo regional, por lo costumbrista, por lo cotidiano.
2.1.Características
En el centro del Realismo están la observación rigurosa y la reproducción fiel de la vida. El escritor ha asimilado las lecciones del método experimental, de la sociología o de la psicología. Y se documenta sobre el terreno, toma apuntes sobre el ambiente, las gentes, su modo de vestir, etc. Ese deseo de exactitud se ejerce, en efecto, estos dos terrenos:
- La pintura de costumbres y de ambientes urbanos o rurales, refinados o populares, y especialmente burgueses. Por eso, los grandes autores nos han dejado amplios frescos de su mundo (Balzac, Dickens o Galdós)
- La pintura de caracteres, origen de la gran novela psicológica que profundiza en los temperamentos de los personajes (Flaubert o Dostoyesvski).
Además, en ambos casos, aparece con frecuencia una intención social o moral: la crítica de lacras de uno u otro tipo.
En cuanto a técnicas y estilo, señalaremos estas tendencias:
- En lo narrativo, el novelista adopta preferentemente una actitud de “cronista”. Se elimina todo aspecto subjetivo, hechos fantásticos o sentimientos que se alejen de la realidad
- Las descripciones, de ambientes o de tipos, adquieren un papel esencial. Hay un análisis riguroso de la realidad y las costumbres; el escritor nos ofrece un exhaustivo retrato de todo lo que observa. Hay, también, sumo interés por la descripción del carácter, el temperamento, la conducta y las motivaciones de los personajes.
- El estilo tiende a la sobriedad. En los diálogos, la lengua se adaptará a la índole de los personajes; de ahí, por ejemplo, el reflejo del habla popular.
Estas características se refieren sobre todo a la novela, que era el género que mejor correspondía a los propósitos del realismo, aunque sus rasgos aparezcan también en otros géneros.
- El naturalismo
Recibe este nombre una corriente establecida finalmente por el novelista francés Émile Zola (1840-1902), que lleva los postulados del realismo a extremos rigurosos añadiendo ciertos elementos tomados de doctrinas típicas de su tiempo:
- El materialismo. Niega la parte espiritual del hombre: los sentimientos, los ideales, etc., son considerados productos del organismo.
- El determinismo. Los comportamientos humanos están marcados por la herencia biológica y por las circunstancias sociales.
- El método experimental. Igual que un científico experimenta con sus cobayas, el novelista experimenta con sus personajes, colocándolos en determinadas situaciones y mostrando cómo sus actos o reacciones son producto de su temperamento y sus circunstancias.
De tales bases se derivan varias características literarias.
- En cuanto a temas, ambientes y tipos, abundan los asuntos fuertes, las bajas pasiones, así como los tarados, alcohólicos o psicópatas, seres que obedecen sin saberlo a sus tendencias genéticas, si bien sus reacciones difieren accidentalmente según el ambiente en que se han educado.
- En la técnica y el estilo, se llevan a sus últimas consecuencias los métodos de observación y documentación del realismo. Igualmente, se hace más precisa la reproducción del habla.
- El realismo y naturalismo en España
La novela española va a vivir una nueva época dorada a partir de 1870. Ello se deberá tanto a tradiciones propias como a influjos extranjeros.
España ya contaba con una muy importante tradición realista: Cervantes, la novela picaresca y el costumbrismo de la primera mitad del siglo XIX. Había, pues, un terreno abonado para el influjo de la narrativa realista europea, que fue muy leída por los escritores españoles. En ella se vieron modelos de nuevos temas y nuevos modos de captar la realidad contemporánea. Las influencias más importantes son las siguientes:
- De los franceses, se admira a Balzac, por la amplia visión social en sus novelas de la serie La comedia humana; a Stendhal, penetrante observador de los sentimientos humanos, en Rojo y Negro o La cartuja de Parma; y a Flaubert, con su rigor documental y su conciencia estética, presentes en su magistral Madame Bovary.
- De Inglaterra llegan las novelas de Dickens, con su captación de los humildes, como en Oliver Twist.
- Los grandes novelistas rusos produjeron fuerte impacto: la grandeza y la fuerza de Dostoyevski (Crimen y castigo, Los hermanos Karamazov); el humanitarismo y la amplitud de Tolstoi (Ana Karenina, Guerra y paz), etc.
No hubo, sin embargo, una imitación sin más del Realismo europeo. Hubo, eso sí, una mayor preocupación por la observación y la documentación. Así, los novelistas españoles se inspiraron en la vida y las tierras de España. Consecuencia de ello fue el auge de la novela regional.
Además, las orientaciones ideológicas de los autores introdujeron diferencias en el enfoque de la realidad: a) los escritores tradicionalistas impusieron ciertos límites al realismo, eliminando lo más áspero e idealizando más o menos la realidad (Pereda); b) los progresistas fueron más audaces y críticos (así, Galdós o Clarín).
Numerosos críticos se han preguntado si hubo un naturalismo español. Las obras de Zola suscitaron en España fuertes polémicas. Y se acusó de naturalistas a Galdós, Clarín o Pardo Bazán. Emilia Pardo Bazán, precisamente, dedicó el asunto al libro La cuestión palpitante (1883). En él expone las ideas de Zola y lo defiende como escritor, pero rechaza su materialismo y determinismo (Pardo Bazán era católica). Por eso, el mismo Zola afirmó que el naturalismo de la escritora era puramente formal. La conclusión sería la siguiente: a) si el Naturalismo es inseparable del materialismo y el determinismo, apenas se dio en España (salvo en casos aislados o en la obra de Blasco Ibáñez); b) el Naturalismo influyó sólo en ciertas técnicas y en la entrada de ciertos temas “fuertes”: miserias materiales y morales, ambientes turbios, situaciones escabrosas...
- La novela realista en España
5.1. Rasgos de la novela realista
Objetividad | Se elimina lo subjetivo, fantástico y sentimental, Se crean argumentos verosímiles. Se considera novelable aquello que se observa directamente |
Punto de vista | Predomina la narración en tercera persona, El narrador es interno y omnisciente, es decir, maneja los acontecimientos y se introduce en el interior de los personajes para mostrar sus pensamientos. |
Estructura | El tiempo es lineal con frecuentes saltos hacia atrás. |
Temática | Todos aquellos temas relacionados con los problemas de la existencia humana |
Personajes | Se retratan personajes de la burguesía y la clase media en la novela realista; tipos marginados y obreros en la naturalista. Se muestran verdaderos retratos con una detallada descripción de sus rasgos físicos, psíquicos y morales |
Escenarios y ambientes | Los ambientes preferidos son los refinados de la burguesía y los de la clase media. En la novela naturalista se exponen los ambientes más miserables y los aspectos más dramáticos de la existencia humana. |
Estilo y lengua | El estilo es sobrio y preciso. La prosa, a veces, puede parecer descuidada, pero es el resultado de la intención de reflejar con más exactitud la realidad. La lengua refleja la clase social de los personajes. Por eso, conviven distintos registros lingüísticos, entre los que se incluyen los giros regionales y las jergas. |
Intención | Se manifiesta una actitud crítica y analítica ante la sociedad. La denuncia de situaciones de injusticia y los vicios de la clase burguesa son comunes: la novela se convierte en un arma de lucha social y política. |
5.2. Algunos novelistas realistas
Los dos más máximos escritores realistas son Galdós y Clarín. Pero en esta nueva época dorada de la narrativa española también destacan los siguientes escritores, de los cuales los dos primeros representan el Prerrealismo o transición del Romanticismo al Realismo, mientras que los demás pertenecen al Realismo:
- Fernán Caballero. Seudónimo de Cecilia Böhl de Faber. Cultivó un costumbrismo andaluz, con enfoques sentimentales y moralistas. Destaca su novela La Gaviota (1849) que inició el realismo en España.
- Pedro Antonio de Alarcón. Comenzó también como escritor costumbrista y romántico. En cambio, es de un transparente realismo El sombrero de tres picos, auténtica joya de la novela corta española, por lo divertido del argumento, la aguda captación de tipos y ambientes y la viveza del estilo.
- Juan Valera. Hombre de mundo, refinado, liberal moderado y escéptico en el terreno religioso. Comenzó a los cincuenta años su carrera de novelista con una obra maestra, Pepita Jiménez, cuyo protagonista se debate entre una vocación religiosa más convencional que profunda y la fuerte atracción que siente por la mujer que da título a la obra. Al final los impulsos humanos vencerán. Y lo mismo sucederá en otras obras suyas, como en otra novela espléndida, Juanita la Larga, ya que su tema más característico es el conflicto entre los impulsos humanos y los sentimientos religiosos. Valera es realista por rechazar los excesos de fantasía y sentimentalismo y por lo riguroso de su observación, pero rehuye, sin embargo, los aspectos más penosos o crudos de la realidad. Su arma crítica es una sutil ironía. Lo caracterizan, además, su penetración psicológica (sobre todo en los personajes femeninos) y un estilo muy cuidado, tan elegante como sencillo, y lleno de agudeza.
- José María de Pereda. Se sitúa en un línea tradicionalista, apegada a una visión idílica del campo (frente al dinamismo urbano). Así exalta la naturaleza y las gentes sencillas de su tierra santanderina en Sotileza y Peñas arriba. Sobresalen sus pinturas de paisaje, aunque demasiado minuciosas a veces.
- Armando Palacio Valdés. Presenta también una exaltación de las virtudes tradicionales, frente al progreso. Así en La aldea perdida cuenta los estragos de la invasión minera en un valle asturiano, antes idílico y luego degradado.
- Emilia Pardo Bazán. Del Naturalismo tomó el gusto por los rudos ambientes sociales, con sus pasiones violentas y sus crudezas. Los pazos de Ulloa y La madre Naturaleza componen un intenso cuadro de gentes y paisajes de su Galicia. Es también autora de excelentes cuentos.
- Vicente Blasco Ibáñez. Es el novelista más cercano al naturalismo. Se le llamó “el Zola español” y comparte con éste el gusto por los ambientes sórdidos, la crudeza de los temas y la preocupación por las taras hereditarias. Ello va unido al vigor con que supo captar el mundo rural de su tierra, Valencia, en novelas como La barraca y Cañas y barro.
- Benito Pérez Galdós
6.1 Su vida
Nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1843. Fue a estudiar derecho a Madrid, ciudad de la que sería el más profundo observador. Leyó con devoción a Cervantes y a los autores realistas europeos. Escribió sin descanso. Fue muy admirado primero y discutido después. Sus últimos años fueron tristes: pierde la vista, conoce la escasez económica, sus enemigos impiden que se le otorgue el Premio Nóbel... Muere en Madrid en 1920. Fue un liberal progresista que, más tarde, se proclamaría republicano y vecino al socialismo, evolución que fue acompañada en él por un espíritu cada vez más tolerante.
Su obra es muy extensa. Su teatro abarca unas veinte obras dramáticas, alguna de las cuales son adaptaciones de novelas suyas, como Doña Perfecta. Su narrativa presenta más de un centenar de títulos, que se reparten en dos grupos: los Episodios Nacionales y las novelas españolas contemporáneas, con diversas etapas.
6.2. Los Episodios Nacionales
Estas novelas de mediana extensión constituyen el ambicioso proyecto de ofrecer una visión novelada del siglo XIX, relatando los hechos más significativos de este período. Son cinco series; cada una consta de diez títulos (salvo la quinta, que sólo alcanzó seis).
Las dos primeras series (escritas entre 1873 y 1879) abarcan la guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII. A ellas pertenecen los episodios más famosos: Trafalgar, El dos de mayo, Zaragoza....
Las series restantes (escritas mucho más tarde, de 1898 a 1912) recogen la guerra carlista, el reinado de Isabel II, la 1ª República y la Restauración. En ellas destaca la actitud crítica del autor ante la intransigencia y la ineficacia política.
Con los Episodios Nacionales, Galdós creó un nuevo tipo de novela histórica, muy distinta de la romántica por el esfuerzo de documentación y el propósito de objetividad. Además, mientras que la novela romántica pretendía exaltar idealmente el pasado, Galdós intenta darnos una imagen realista de un período muy cercano para encontrar en este las raíces de los problemas que la España de su tiempo tiene planteados. Galdós mezcla con gran habilidad acontecimientos públicos y privados; por eso los Episodios destacan por el admirable equilibrio entre lo histórico y lo novelesco. En cuanto a la técnica narrativa, Galdós utiliza personajes de ficción que narran en primera persona y sirven de hilo conductor de los acontecimientos.
6.3. Las novelas españolas contemporáneas
En los años 70, a la vez que los primeros episodios, Galdós publica varias novelas (Doña Perfecta, Gloria) en las que presenta enfrentamientos ideológicos entre personajes de espíritu progresista y abierto, y personajes de mentalidad tradicionalista y estrecha. El propósito de atacar la intransigencia y el fanatismo es tan visible que convierte estas obras en novelas de tesis.
A partir de 1880 Galdós publicó veinticuatro novelas que él mismo denominó “novelas españolas contemporáneas”. Se trata de un impresionante cuadro del Madrid y de la España del momento, en que se dan cita toda clase de ambientes, de tipos, de sentimientos, desde los más nobles a los más bajos. La mirada de Galdós sigue siendo crítica pero ha ganado en comprensión cordial y las tesis han dejado paso a un análisis más profundo y abierto (Tormento, La de Bringas, Miau...). Estas novelas constituyen lo más representativo e interesante de su producción. Adopta en ellas, como autor, la postura de mero observador y nos presenta los hechos como él los ve, sin tomar ya partido a favor de una ideología determinada. Madrid, centro y síntesis del vivir español, será el escenario elegido, y dentro del ámbito de la ciudad tendrán cabida todos los estamentos sociales: la aristocracia venida a menos, la burguesía comercial y adinerada, la sufrida clase media de los burócratas que se esfuerzan por aparentar una posición económica que no tienen, los pequeños comerciantes, los jornaleros, los mendigos, etc. Cada uno de los personajes, magistralmente estudiados en sus peculiaridades, vive su agitada o pacífica vida personal y es visto por el autor con humana comprensión y simpatía.
Todo esto se pone de manifiesto de forma brillante en su obra cumbre: Fortunata y Jacinta (1886-1887), la obra maestra de Galdós y una de las más altas cumbres de la novela española. En ella destacan las inolvidables protagonistas femeninas, la rica galería de personajes secundarios, la sucesión y variedad de episodios y el amplio panorama social que los enmarca.
En los años 90, Galdós desvía su atención hacia los problemas espirituales. Así, destacan: Nazarín, sobre un sacerdote cuya pureza evangélica es incomprendida; y Misericordia, otra de sus obras maestras, cuya protagonista, la vieja Benina, criada de una familia venida a menos, encarna una pobreza generosa y una fidelidad incondicional, en contraste con la hipocresía y el egoísmo de su señora. En estas novelas Galdós profundiza en sus personajes, dotándoles de actitudes espirituales como la pureza o la caridad.
6.4. Fortunata y Jacinta
La novela se compone de cuatro partes y contiene abundantes rasgos folletinescos (los folletines eran interminables relatos llenos de peripecias sentimentales y dramáticas). Se desarrolla, de un lado, en torno a dos familias de ricos comerciantes: los Arnáiz y los Santa Cruz, cuyos hijos se unen en matrimonio. Estos representan la alta burguesía, confortablemente instalada y protegida por las leyes morales y sociales vigentes en la época. De otro lado, frente a ellos, el pueblo madrileño, vital, espontáneo, muchas veces al margen de toda ley, al que pertenecen Fortunata, sus amigos y parientes. El punto de unión de los dos mundos será Juanito Santa Cruz, joven burgués, mimado e irresponsable.. A ambos lados estarán las dos mujeres que dan título a la novela: Jacinta, la esposa, como representante de las virtudes burguesas, y Fortunata, la amante, representante de la fuerza instintiva del pueblo.
Con este material melodramático, Galdos construye una de las grandes novelas de la literatura española. Además de ser un análisis de la burguesía y sus relaciones con la banca y la iglesia, la novela nos presenta a través de una variedad de enfoques narrativos una colección de personajes de mucha riqueza psicológica, y una recreación del ambiente y de la sociedad del Madrid y de la España de finales del siglo XIX .
La acción transcurre en Madrid, en un período que incluye la Revolución de 1868, la primera República (1873) y los primeros años de la Restauración Borbónica (1875). Juanito Santa Cruz, hijo de una próspera familia burguesa, mantiene una relación sentimental con hermosa joven de clase humilde, Fortunata, a la que abandona cuando ella espera un hijo para casarse con Jacinta, hija también de unos ricos comerciantes y de su misma clase social. Jacinta se entera posteriormente de los amores de su marido, pero lo perdona y, como no puede tener hijos, quiere adoptar al de Fortunata. Sin embargo, ésta ha desaparecido, y el niño que unos familiares le presentan a Jacinta es falso, ya que el verdadero hijo de Fortunata murió.
Pocos años después reaparece Fortunata, que se ha visto obligada a llevar una mala vida. Sin embargo, Maximiliano Rubín, un joven enfermizo e idealista, se propone casarse con ella y salvarla. Fortunata acepta, pero la familia de su prometido obliga a Fortunata a pasar una temporada de penitencia en un convento de monjas. Se celebra el matrimonio, pero reaparece Juanito Santa Cruz, y Fortunata, que no ha dejado de amarlo, continúa sus relaciones con él y abandona a su marido. Al poco tiempo, Fortunata es abandonada otra vez por Juanito, pero más tarde se reconcilia con Maxí Rubín, que finalmente enloquece. La historia se repite una vez más. Fortunata, que sigue enamorada de Juanito, tiene un segundo hijo suyo, pero cae gravemente enferma y, a punto de morir, le pide a Jacinta que adopte al niño. Jacinta, que desprecie a su marido, sin embargo siente ya una profunda compasión por Fortunata y acepta.
En la novela se enfrentan estos dos mundos; el de las pasiones humanas instintivas (el mundo de Fortunata) y el regulado por las leyes sociales (el de Jacinta). Al final de la novela asistimos al fracaso del primero: Fortunata no tiene más remedio que aceptar las leyes sociales (aceptación simbolizada por la voluntaria entrega de su hijo ilegítimo al matrimonio Santa Cruz).
6.5. El estilo
El realismo de Galdós es del tipo más completo, pues atiende tanto a lo ambiental como a lo psicológico. Son magistrales tanto sus pinturas de escenarios y ambientes como la caracterización de sus personajes, fruto de una profunda compresión del espíritu humano.
Aunque Galdós parte de una observación y documentación rigurosa, el encanto de sus novelas también está en la sensación de espontaneidad y viveza que nos dan. Esa viveza debe mucho al estilo, expresivo, ágil y sugerente, a menudo conversacional y con personales notas de humor.
- Clarín
7.1. Su vida
Se llamaba Leopoldo García Alas y nació en 1852 en Zamora, aunque él siempre se sintió profundamente asturiano y pasó la mayor parte de su vida en Oviedo, donde estudió Derecho y fue catedrático de Universidad. Allí murió en 1901. Hombre de grandes inquietudes espirituales, perdió la fe en una crisis juvenil y la recobró más tarde, aunque al margen del catolicismo tradicional, con el que siempre fue muy crítico. Políticamente, fue un liberal republicano muy sensible ante las injusticias sociales. Es, sobre todo, un intelectual independiente que desarrolló una importante actividad crítica y nos dejó una obra narrativa no muy amplia pero de excepcional valor.
7.2. Obra crítica y narrativa
En su tiempo, Clarín fue más conocido como crítico literario que como novelista. Como crítico literario, destaca por la agudeza de sus juicios. Además, sus artículos nos revelan sus preferencias de escritor: admira a Balzac y a Flaubert; defiende a Zola, con reservas. Entre los españoles, alaba a Galdós. Como crítico y como narrador, le atraen un arte estéticamente riguroso y una literatura comprometida en una línea progresista.
Como novelista, su primera obra es La Regenta (1884-85). Escribe después Su único hijo (1890) y Cuesta abajo (1980-91), brillantes, pero inferiores a la primera. Compuso también más de setenta cuentos, en cuyas páginas conviven los enfoques críticos con la ternura hacia las gentes humildes. El más famoso es ¡Adiós, Cordera!, obra maestra del género por su hondura emotiva y su perfección formal.
7.3. La Regenta
Es una de las máximas cumbres de nuestra narrativa. Es una novela total, en el sentido de que reúne profundos problemas humanos, un inmenso panorama social y un máximo rigor artístico. Este es su argumento:
Ana Ozores está casada con el Regente de la Audiencia de Vetusta, don Víctor Quintanar, hombre bonachón, mucho mayor que ella. Ana se muere de aburrimiento y hastío a sus veintisiete años en el ambiente provinciano de esta pequeña ciudad. Siente cómo pasa su vida sin haber gozado las delicias del amor ni la alegría de la juventud. La aparición en su vida de dos hombres va a determinar la trama de la novela: un sacerdote, don Fermín de Pas, Magistral de la catedral de Vetusta, y don Álvaro Mesía, un donjuán de provincias. Ambos personajes se enamoran de Ana y ésta se debate entre el amor que le ofrece cada uno de ellos hasta que se entrega a don Álvaro. El Magistral, celoso, hace lo posible para que don Víctor Quintanar, el marido de Ana, se entere de lo sucedido. El desenlace es desolador: don Álvaro mata en un duelo a don Víctor y, finalmente, abandona a la Regenta. Ana se verá abandonada por todos – hasta por el Magistral – y vivirá en la soledad y el olvido más absolutos, condenada por una sociedad tan hipócrita como implacable.
Pero este argumento no puede dar idea de la complejidad y riqueza de la obra. Enumeremos sus principales aspectos:
1) En penetración psicológica no hay novela del XIX que la iguale. Es impresionante la disección de los personajes protagonistas, sobre todo Ana y don Fermín, pero hay, además, numerosos e inolvidables personajes secundarios. Estos son los principales protagonistas
- Ana Ozores, la “Regenta”, todavía joven, casada con un viejo, don Víctor Quintanar, que le muestra un amor paternal y delicado, pero que no la satisface vitalmente, se siente dominada por la ciudad y apresada en la rutina y el aburrimiento que de ella proviene. Además, Ana Ozores está marcada por una infancia desgraciada, ya que perdió a su madre cuando era niña y fue educada por unas tías de forma muy severa
- Don Fermín de Pas, el “Magistral”, hombre ambicioso, insatisfecho y dominado por su madre, tiene en Vetusta su presa más codiciada. Este canónigo personifica la ambición y la sed de poder, como compensación de su mísera infancia en una zona minera, de la que escapó a través de un sacerdocio sin vocación.
- Don Álvaro Mesía, un donjuán de provincias con el que la “Regenta” comete adulterio, está dominado por el ambiente que Vetusta impone: la hipocresía.
- Vetusta es un personaje más. Rige los destinos del resto de personajes de la obra: es la ciudad la que marca el comportamiento de la aristocracia y la clase religiosa.
Clarín, además, nos presenta también los conflictos de estos personajes que, inconformes con su mundo, desean superarlo, pero que son derrotados en el intento. Ana Ozores y Fermín de Pas son incapaces de realizar sus aspiraciones, no sólo por sus limitaciones, sino por las presiones morales de una sociedad que les impone sus normas de conducta. Ana busca la libertad y el amor para realizarse como mujer, pero este deseo queda ahogado por la presión de una sociedad tradicional y burguesa que impide cualquier intento de liberación personal. Fermín de Pas tampoco puede amar a Ana. Las normas sociales y su desmedida ambición de poder limitan su deseo.
2) La acción de la obra se desarrolla en torno a dos temas: el amor y la religión. Sin embargo, estos dos hilos temáticos están controlados por la falta de libertad de los protagonistas. Este es el papel que el autor encomienda a Vetusta. La ciudad impone una conducta determinada a los personajes de la obra. Pocas veces se nos ha mostrado con tanta claridad la presión de las circunstancias sociales (en ello coincide con el Naturalismo).
3) El panorama social es el de Oviedo (Vetusta en la novela) pero resume el de toda España. Y la visión de Clarín es implacable: a) una aristocracia corrompida (que ha aumentado como consecuencia de la concesión de títulos nobiliarios a los estamentos más diversos: militares, burgueses) en cuyas manos está el poder político de la nación; b) un clero materialista y ambicioso (es la otra clase social dominante); y c) una burguesía vulgar. En torno a estas tres clases sociales gira toda la acción. Su contenido es una auténtica crónica social de esta capital de provincia, que resume la realidad española de finales del siglo XIX. No hay escenario al que el autor no nos lleve. Y no es un puro decorado, sino una atmósfera que condiciona, como ya hemos visto, los comportamientos de los personajes. La obra, por otra parte, refleja todo el costumbrismo de la época: casinos, reuniones, excursiones, etc., y las características políticas y sociopolíticas del país en ese momento: las luchas de partidos, la hipocresía social, etc.
4) En cuanto a la técnica, asombra lo perfecto de su construcción. La Regenta está compuesta por treinta capítulos, en los que puede apreciarse dos partes. En la primera parte compuesta por los quince primeros capítulos, sólo transcurren tres días, y a ritmo lento penetramos en el ambiente y en las almas. Predominan las descripciones y reflexiones. Los capítulos 16-30 se desarrollan con un ritmo más rápido, al estar los conflictos ya planteados. La acción se centra ahora en los vaivenes sentimentales de la protagonista. En ambas partes el arte narrativo es preciso. Y las descripciones, admirables, se integran perfectamente en el relato.
5) El estilo es de una modernidad asombrosa. Combina objetividad e ironía. Y en los diálogos, la lengua es de una gran variedad y belleza.
- La poesía y el teatro en la época realista
8.1. La poesía española de la época
Hacia la segunda mitad del siglo XIX se desarrolla una lírica de carácter racionalista que reacciona contra el romanticismo exaltado: la poesía realista que pretende, sobre todo, una renovación del contenido y del lenguaje. Ramón de Campoamor y Gaspar Núñez de Arce son los poetas representativos de esta tendencia.
8.2. El teatro español de la época
Hacia la segunda mitad del siglo XIX, el teatro se aleja de los preceptos del Romanticismo y representa asuntos de la vida contemporánea. Esta nueva orientación tiene un claro antecedente en la comedia neoclásica del XIX, donde se ponen en escena costumbres de la época para que el espectador reflexione sobre ellas.
La alta comedia y el drama social son los subgéneros dramáticos que siguen esta vertiente realista del teatro decimonónico. No obstante, hay que señalar la comedia costumbrista de Bretón de los Herreros como paso intermedio entre la tendencia romántica y la realista.
1) La alta comedia se desarrolla entre 1840 y 1868 y retrata personajes y ambientes de la nueva burguesía que se asienta en el poder. Su propósito es educativo y, por eso, el dramaturgo manipula a personajes y situaciones para defender una determinada tesis. Abelardo López de Ayala y Manuel Tamayo y Baus son dos principales dramaturgos.
2) El drama social está protagonizado por la clase trabajadora y en él aparecen sus tipos, sus escenarios y sus inquietudes.
Además en esta época también pervive un romanticismo grandilocuente y trasnochado en los dramas de José de Echegaray, el primer escritor español que obtuvo el Premio Nobel de Literatura (1904).
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